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Religión en libertad

Yaneth Angélica Tamayo Avalos

SemMéxico. 08 de agosto 2019.- Siempre he considerado que algunos de los problemas que aquejan a determinadas sociedades están ligados con las ideologías o posturas religiosas que profesan las personas.

Confieso que, a pesar de provenir de una familia tradicional y alineada por la iglesia católica, desde temprana edad he sido critica del dogma que me fue impuesto por nacimiento, quizás en algún momento las respuestas simples que se me daban tranquilizaban la inquietud que me surgía cuando escuchaba que a la gente se la llevaba el diablo si no acudía a misa, si no se confesaba o si no obedecía lo que establecía Dios.

Las mismas ideas rondaban mi cabeza cuando les abría la puerta a los testigos de Jehová para preguntarles si en su religión sucedía lo mismo; tremenda sorpresa me llevaba cuando ambos bandos se desacreditaban entre sí y lo hacían solo para que yo supiera cual era el dios verdadero y que era lo moralmente correcto. Lo mismo sucedía cuando hablaba con personas de otras religiones, todos se contradecían entre sí, quizás por ello es que empecé a dudar de los argumentos religiosos.

Mi negación a reconocerme como una ferviente católica aumentó cuando empecé leer textos filosóficos y teológicos propios de la formación sacerdotal que en ese entonces realizaba mi hermano menor; constantes debates realizábamos entre nosotros, él de cierta manera se inclinaba a la fe y yo, me inclinaba más a la razón terrenal.

Sin embargo, le agradezco que me instruyera en un pensamiento crítico y no bajo un sentido de destrucción y confrontación de una ideología en la que, si bien no creo, no estoy en posición de dañar la fe de otros que si creen.

La anterior anécdota la menciono a fin de que se entienda que no busco desacreditar las creencias religiosas de las personas que profesan un dogma y que mi opinión la realizo desde una postura crítica.

Aclarado lo anterior, quiero hacer mención que en anteriores días me ha llamado la atención como algunos representantes del pueblo lucran políticamente con la fe de los ciudadanos, al manifestarse públicamente en verbenas religiosas manifestando su apoyo en contra de derechos humanos y fundamentales de personas que no apoyan de su dogma religioso.

Algunas de estas manifestaciones van en contra del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo; en contra del derecho a matrimonios igualitarios; en contra del derecho a formar familias diversas; entre otros.

En un primer momento, mi postura me ha llevado a cuestionar la indebida forma en que los representantes públicos y algunos creyentes religiosos aniquilan el principio de estado laico; ¿Cómo es posible que fundamenten tales decisiones en una ilusión mística?

Afortunadamente, obtuve una respuesta bastante razonada por parte de un filósofo y teólogo con el cual siempre debato cuestiones de esta índole; al responder mi pregunta me explico que las religiones deben ser vistas como una invención humana que consuela al hombre de los sufrimientos de este mundo; que, aunque parten de la ilusión mística de un Ser Supremo su esencia y objeto es meramente humano, de ahí que el hombre imagine e idealice la forma en la que ha de conducirse.

A esto último es a lo que denomina alineación y es la forma en que se induce a las personas a definir sus pensamientos y sus deseos, de tal manera que crean lo que otros necesitan que crean.

En donde las doctrinas y verdades que profesan no apelan a la razón sino al sentimiento; las personas se obligan a creer, puesto que si no creen están condenadas, es por ello que mezclan el miedo con la fe, si creen están salvadas y sino están condenadas.

Sin embargo, cuando esa alineación es manipulada y deformada al antojo de las propias personas, del estado o de la sociedad, la religión tiende a radicalizarse y se funda en la falta de verdad y su contradicción con la razón y la moral.

En este radicalismo los creyentes dejan de ver, pensar y actuar conforme a la realidad social en la que viven; apartándose de sus deberes y de sus derechos de ciudadano. Mezclando su fervor con lo que suponen debe ser correcto.

Por ello, resulta fácil para ciertos grupos aprovecharse de las erróneas creencias de algunas personas y utilizarlas a su favor para crear desacuerdos que incitan a la confrontación. Estas circunstancias se agravan cuando las personas creyentes exteriorizan sus deseos religiosos en el ámbito público, violando con ello el principio de laicidad.

Esta explicación me pareció sumamente interesante, pues de ella se pude advertir que la religión no es la causa de sentimientos oposicionista o tradicionalistas que impide que una sociedad desarrolle un pensamiento critico que se adapte conforme a las circunstancias de vida actuales.  

La mala organización social es la verdadera causa de la creencia y por ende la alineación del hombre.

Pretender que el Estado incorpore en la toma de decisiones este tipo alineaciones, solo generara ataduras religiosas que restaran libertad a los ciudadanos; en donde la autoridad no tendrá cabida pues la fe de algunos buscara sustituirla. “El Estado político se comportará con respecto a la sociedad civil de un modo tan espiritualista como el cielo con respecto a la tierra”.

A forma de conclusión, diré que las personas son y deben ser libres de profesar el dogma religioso que más esperanza les otorgue, pero eso no implica que las personas que no comulgan con ese adoctrinamiento deban ser excluidas e ignoradas en sus sentimientos, creencias y derechos.

Si bien las personas por naturaleza tienen derecho de adorar aun Ser Supremo, estas no pueden obligar ni ser obligadas a creer o practicar un culto o ministerio religioso en contra de su voluntad, pues seguir esa enajenación seria quitarles a las demás personas su libertad.

Por eso, es importante que se respete el principio de laicidad y que el estado se asegure que la religiosidad sea confiada al sector privado de la vida de cada ciudadano.

Todos en la medida de lo posible, tenemos la obligación de reservar nuestras creencias religiosas al interior de la vida privada y debemos desligarlas de los asuntos del Estado de tal manera que no intervengan en el sistema de valores políticos y sociales.

Se debe ser más crítico y reflexivo en la forma que se admite el adoctrinamiento, no se debe estructurar la fe bajo el fanatismo y la falta de verdad.

Como bien lo refirió Marx, emanciparse no implica abandonar la religión, se puede actuar como ciudadano y realizar los deberes humanos y políticos que correspondan; respetar las creencias y decisiones colectivas de los demás, no destruira el sentimiento espiritual que profesan, antes bien nos unirá como personas.

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