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¿Por qué es difícil reconocer la violencia de género? 

Yaneth Angélica Tamayo 

SemMéxico. Cd. De México. 27 de marzo de 2020.- Uno de los principales problemas que impide la incorporación de la perspectiva de género tratándose de legislación, políticas públicas y todo tipo de actividades administrativas de instituciones públicas; tiene que ver con la forma en que algunos de los encargados de administrar y operar el Estado,interpretan la desigualdad y la violencia de género.

Dichas interpretaciones suelen provenir de idearios construidos en su espacio personal y por creencias socioculturales que incorporan en su ámbito laboral; esto es, incorporan los elementos mentales y emocionales del ambiente familiar y social en el que les tocó vivir. Situación que les impide reconocer los actos o acciones que generan desigualdad, discriminación y violencia.

De modo que, al no reconocerlas se propicia que, al momento de legislar, construir políticas públicas o ejecutar programas, se nieguen a implementar y garantizar la aplicación correcta de la perspectiva de género, ya sea por desconocimiento o por considerarla innecesaria, ante la falsa creencia de una igualdad real ya existente. 

Ahora bien, sin intención de excusar a los obligados, se debe tener en claro que existen factores socio culturales a los cuáles no son inmunes –en tanto que son personas– y que si bien están obligados a analizar sus actuaciones bajo parámetros normativos y de derechos humanos; lo cierto es que, apartarse de sus privilegios y reconocer que sus creencias pudieran ser erróneas, no resulta fácil. 

Debido a que, dichos atributos socio culturales basan sus funciones en características que históricamente le han atribuido al sexo; factores que han determinado la desigualdad que existe entre la mujer y el hombre al establecer una serie de mandatos y prohibiciones simbólicas que alimentan prejuicios y discriminaciones. 

Mismos que se han construido como filtros por medio de los cuáles se interpreta al mundo, pero también como una limitación establecida que obliga a las personas a tomar decisiones y oportunidades dependiendo de su sexo. Circunstancias que producen la existencia de desigualdad que al perpetuarse con el paso del tiempo hace que se transformen en estructuras mentales que toman forma y se encarnan en la actividad de la sociedad. 

Estas construcciones sociales al estar insertadas en las personas de forma inconsciente y a lo largo del tiempo, producen relaciones de poder que encuentran su espacio en estructuras de posiciones o puestos, cuyas propiedades depende de su posición en dichos espacios.

Dichas relaciones permiten a sus poseedores disponer de poder e influencia y por tanto existir en un ámbito social superior. Es necesario recalcar que las relaciones de poder se vinculan con el ámbito económico, político, cultural y simbólico, siendo estas las formas que revisten las diferentes especies de poder cuando son percibidas y reconocidas como legítimas. 

Lo anterior produce que las sociedades se compongan de estructuras originadas por representaciones, percepciones y visiones que en conjunto permiten el surgimiento de sistemas simbólicos creados para sistematizar, formalizar, formular y reformular la realidad. Estos definen los procesos de interacción entre la realidad y las peculiares construcciones culturales de cada pueblo y de cada sociedad.

Razón por la cual resulta difícil que, algunas personas que se encuentran en posiciones privilegiadas, reconozcan circunstancias que no han padecido o que de reconocerlas pudieran afectar la posición o puesto en el que se encuentran, lo cual implicaría en ciertos casos la disminución o pérdida del poder que se ostenta. 

No obstante, es preciso aclarar que, si bien las relaciones sociales están medidas por relaciones de poder, esto no implica que las mismas no puedan ser modificadas, de hecho, las relaciones de poder han ido cambiando en el transcurso de la historia (aunque no de forma tan avanzada para las mujeres) y ello se debe a los procesos de transformación que se producen en cada sociedad y en especial en cada individuo.

En definitiva, solo basta la necesidad de una historia crítica, por medio de la cuál se cuestione lo establecido y se rechace los fundamentos universales, sustituyéndolos por una red de aspectos históricos concretos, en donde sea posible identificar los discursos verdaderos de los falsos; esto es, destruir los mitos que ocultan el ejercicio del poder y la perpetuación de la dominación.

Como breve conclusión creo que, todas las personas que están involucradas en la organización del Estado en sus diferentes espacios y actuaciones, deben tener la capacidad de entender que no pueden equiparar sus condiciones de vida a la de personas menos favorecidas desde la posición de privilegio y poder en la que se encuentran. 

De modo que, la perspectiva de género debe ser un requisito previo y esencial para toda persona que aspira a un puesto público o de representación popular; ya que de lo contrario se seguirán obstaculizando los derechos de las mujeres.

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