Opinión| Contra las vallas de la impunidad y la indiferencia: la lucha sin miedo de las mujeres

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Rubí de María Gómez Campos

La fortaleza fálica representa, en efecto, todos los signos de la fortaleza, es decir, de la debilidad… Jean Baudrillard.

SemMéxico, Cd. de México, 7 de marzo, 2022.-  Un 8 de marzo más y… al encontrarnos en medio del proyecto de una auto-celebrada cuarta transformación que no se ocupa de combatir la discriminación y la violencia hacia las mujeres, me pregunto: ¿Qué mensaje envían las vallas que rodean la sede de un gobierno que ha llegado al poder gracias a 30 millones de mexicanas y mexicanos que pusieron sus esperanzas en él?, ¿Qué significado tiene que el gobierno del estado de Michoacán replique el modelo de contención de las legítimas y necesarias protestas de las mujeres, que tienen que vivir en riesgo de asesinato y desaparición? ¿Cuántos impuestos se destinan a proteger los muros, con costosas vallas y cientos de policías, mientras el miedo de salir a la calle se acumula en las ciudadanas y ciudadanos, que son quienes los pagan?

La primera respuesta es evidente: nos tienen miedo. El patriarcado se resguarda tras murallas de acero porque el poder de las mujeres es infinito. Y es infinito porque cada vez tenemos menos que perder y “ellos” lo saben… lo escuchan en las marchas cuando las jóvenes corean: “El patriarcado se va a caer y el feminismo lo va a vencer”… Si las jóvenes mujeres se arriesgan cada día ante la incertidumbre de desaparecer o ser asesinadas, sin poder siquiera identificar claramente a los monstruos que las amenazan, ¿por qué habrían de detenerse en sus demandas de exigir justicia y seguridad para sus vidas? Seguras de que “juntas somos más fuertes”, el propio miedo las hace poderosas, por eso cantan, crean, reivindican: “Nos sembraron miedo, nos crecieron alas…”

Otra posible respuesta es que las autoridades son plenamente conscientes de su incompetencia en la tarea de dar seguridad a la ciudadanía, así como de la legitimidad de las protestas, pero prefieren no atenderlas. Su irresponsabilidad y falta de respeto a las mujeres es como la de aquel compañero que, cuando llegaba tarde y borracho a su casa y su esposa le reclamaba, él se acostaba y volteaba hacia la pared fingiendo no escucharla, porque, según él, esa actitud “no era machista” sino la mejor estrategia para evitar problemas.

El cinismo de la autoridad se expresa en esas vallas de la ignominia porque, como sabemos gracias a la reflexión filosófica: la apariencia no oculta, muestra… exhibe su estúpido desconcierto ante el movimiento político más importante de los últimos siglos. La identidad con el pacto patriarcal de quienes detentan el poder no les deja entender el valor humano del feminismo. Se comportan como el alcohólico que es el último en reconocer su enfermedad, mientras los demás observan sus desfiguros a la primera copa y él masculla, ante la alarma de sus compadres, que el alcohol lo hace más lúcido para manejar.

Al no comprender el sentido del movimiento feminista: el movimiento social más poderoso y noble de toda la historia de la humanidad, los agentes del poder político llegan al ridículo de pretender detenerlo con unas simples vallas, como si la violencia atroz que han soportado las mujeres durante tantos siglos les hubiera anulado la capacidad humana de buscar e inventar caminos.

La libertad, que es la esencia de la condición humana, es como el agua: encuentra su cauce a pesar de las piedras y de los obstáculos más imponentes. Las mujeres —aunque los representantes del patriarcado aún lo duden— somos seres humanos a quienes la cultura ha contenido sus necesidades más profundas, logrando convertirlas en rebeldes diosas anhelantes de ese espacio que, en cuanto humanas, sabremos alcanzar escalando cualquier valla que pongan.

La creatividad de las mujeres es portentosa como lo demostraron las feministas en 2021, “decorando” con nombres de mujeres asesinadas la ignominiosa valla del gobierno. Nombres que no tardaron en borrar para ocultar las huellas de su crimen de incompetencia. Tal vez hoy las audaces feministas decidan pegar en esas mismas vallas las fotografías de cientos de mujeres asesinadas y desaparecidas o colocar las imágenes del fusilamiento de personas a plena luz del día en Michoacán (que circularon por todo el mundo) para recordarle al gobierno en donde está la necesidad de aplicar los recursos del pueblo.

Recursos que el funcionariado gasta en su personal prioridad de realizar foros hipócritas y declaraciones insulsas de apoyo a las mujeres. La contradicción del poder ejecutivo es por supuesto compartida por el legislativo, tan sometido que es incapaz de cuestionar las decisiones arbitrarias de colocar risibles limitaciones a la expresión de las ciudadanas. Mientras el gobierno “respeta” al absurdo movimiento de FRENA (aunque este perfore el piso de la histórica plaza del Zócalo para montar tiendas vacías), enfrenta con execrable indiferencia la digna rabia de las feministas ante la pandemia de violencia y asesinatos incontenibles de mujeres.

El dolor por los muros convertidos en lienzos de denuncia debería traducirse en un claro compromiso de combatir la violencia inadmisible y no en el muro de las lamentaciones del machismo superviviente. Impasibles ante el sufrimiento de las madres e hijas de mujeres desaparecidas, los funcionarios de la cuarta transformación se han convertido en defensores de la historia muerta, representada por monumentos que ellos glorifican a costa de la dignidad de las personas.

Los responsables de garantizar la seguridad y promover el desarrollo humano, quienes se ostentan a sí mismos como garantes de la “vida buena” —siempre y cuando sólo sea para los varones—, prefieren esconderse en la indignidad de “ni las veo ni las oigo”, en lugar de demostrar el verdadero cambio que ofrecieron, combatiendo la impunidad y enfrentando eficazmente la violencia contra las mujeres.

Los gobiernos que no contienen los efectos de la misoginia y por el contrario la alimentan defendiendo agresores, simulan, o tal vez sinceramente creen, que es digno esconderse tras su caparazón de hierro, aunque con ello demuestren ante el mundo su vergonzosa incapacidad y la indignidad de su ineficiencia.

Pero lo más increíble es que el gobierno se ensalce a sí mismo como no represor y se auto-considere magnánimo por “permitir” la libre manifestación, mientras incumple su responsabilidad de dar seguridad y justicia para que las ciudadanas no tengan que salir a manifestarse.

El gobierno en el que muchas personas depositamos nuestra confianza y que dice combatir la corrupción razona en el sentido más reaccionario (con lo que le gusta esa palabra para endilgársela a sus adversarios) como quienes interpretan que la lucha por la despenalización del aborto equivale a promoverlo. Ni el aborto ni las manifestaciones en contra de los asesinatos y la desaparición de mujeres son deseables. Las manifestaciones contra el feminicidio no se hacen por gusto, por eso es ofensivo que el gobierno se conforme con decir que garantiza el derecho a manifestarse, sin atender el problema de fondo que es el machismo y la impunidad y, sobre todo, la indiferencia de los gobernantes.

Finalmente, la disposición a “quemarlo todo” de las jóvenes del siglo XXI no surge más que de una decisión admirable ante el hartazgo del feminicidio y la inacción de las autoridades, que siguen justificando su misoginia y externando su profundo miedo al poder infinito de voluntad de libertad y justicia que erigen las mujeres.

Las vallas de la fortaleza fálica representan una provocación que intenta desafiar la voluntad y la creatividad de las mujeres, para mostrar el impulso incontenible que las mueve. Parece que las autoridades quieren exacerbar la exasperación de las familias víctimas de violencia feminicida, pero lo único que logran es hacer valer la osadía de una certeza que se sostiene en un profundo amor a la vida, y reforzar la decisión expresada en la Canción sin miedo, de Vivir Quintana: “Que caiga con fuerza el feminicida…”

La decisión de las mujeres jóvenes del siglo XXI no será derrotada por unas vallas… Todas las vallas existentes no alcanzarán nunca para contener una resolución que ha logrado transformar el mundo, a pesar de múltiples y dolorosos combates, sin derramar la sangre de nuestros enemigos. Y en estos trances hemos aprendido a sortear los más desafiantes muros, que solo han servido para agudizar nuestra inteligencia y potenciar nuestra imaginación. Como si no hubiera otros lienzos… otros muros…

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