Opinión| San Valentín y la violencia que esconden los globos de corazones

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Mónica Maydez

SemMéxico, Ciudad de México, 14 de febrero del 2023.- El catorce de febrero estaba por llegar y en la vocacional un grupo de estudiantes ofrecía llevar cartas, chocolates, flores, peluches, canciones, recitar poemas y demás a otras y otros estudiantes por unos cuantos pesos. La escuela comenzaba a llenarse de globos metálicos de corazón, impresos con frases como: “te amo”, “me gustas”, “te quiero”.

También exhibían ramos de flores, diferentes peluches, aunque destacaban los osos con corazones, los propios corazones con frases parecidas a las de los globos, flores con carita sonriente y figuras por el estilo.

Existía la posibilidad de enviar aquellas cosas a amigos, amigas o personas a las que quisiéramos declararles nuestro amor.  

No faltaban los más excéntricos que alquilaban una botarga de Winnie The Pooh para llegar con la chica que les gustaba y pedirles que fueran sus novias. Aquel festejo convertía a la escuela en una algarabía romántica.

El ansiado día llegó y mi salón no era la excepción para recibir aquellos detalles. Recuerdo que recién había comenzado el día académico cuando un grupo de chicos llegó con una guitarra y entonaron una canción romántica cuyo título no conozco. Acto seguido, un tipo vestido de traje entró hasta el lugar de una de mis compañeras. Llevaba un ramo de rosas rojas y un globo rojo que decía “te quiero”. Se hincó ante ella y le pidió, con lágrimas en los ojos, que fuera su novia.

Ella, con el rostro enrojecido, entre nerviosa y asustada, dijo que sí. El grupo musical improvisado aplaudió enjundioso, mientras que los nuevos novios se abrazaban y besaban. El acto, que bien podría ser circense, concluyó y el grupo musical y el novio, salieron del salón.

Al concluir la clase me acerqué a mi compañera y platicamos:  

—     ¿Y ese quién era? — le pregunté con intriga.

—     Es un chico creo que de quinto — me respondió dudosa.

—     ¿Te gusta?

—     No, en realidad ni sé bien su nombre, creo que se llama Daniel — ambas sonreímos.

—     Y ¿por qué aceptaste ser su novia? — yo ya no entendía nada.

—     Bueno, creo que fue muy lindo y detallista al traerme esto y venir aquí e hincarse para pedírmelo, además todos me miraban, me dio pena decir que no. —cubrió su cara sonrojada con ambas manos y sonrió tímidamente.

Aquel noviazgo terminó dos meses después. Ella me contó que había resultado ser muy celoso, además de que nunca terminó por gustarle del todo.

A partir de ese día y hasta ahora, casi veinte años después, he visto o sabido de algo parecido. Tipos que aprovechan ese día para, de manera escandalosa, declarar su amor o pedir matrimonio.

La presión social se hace presente y las mujeres no se atreven a decir que no. Nuestro sistema, valiéndose de la misóginia por la que es permeada, aplaude cuando una mujer dice “sí” y abuchea cuando dice “no”. 

Imágenes de hombres tristes, a los que les dijeron que no, son expuestas en los medios sociales, con el título “otro soldado caído”. Claro, porque se lamentan más por aquel hombre que compró un ramo de rosas, un peluche y un globo, para presionar a la chica delante de un grupo social y declararse, que por una chica que, obligada, dice que sí. Aunado a esto, nos culpan a nosotras diciendo que rechazamos a un buen hombre romántico y detallista.

Habría que entender que los regalos en el día comercial de San Valentín, no están mal si de verdad se hacen con cariño y respeto hacia una persona. Pero hablar de la presión social, de la que ellos se valen para que ella diga que sí, es un acto violento.

La presión social puede definirse como: la incapacidad que sufre una persona para mantener su criterio, opinión y creencias ante la presión de otras personas [1]. Muchas de nosotras hemos sido víctimas de ella y no solo bajo el contexto del 14 de febrero; es una situación que se vive en el trabajo, en la familia, en la iglesia y un largo etcétera.

Lo triste de este asunto es que muchos hombres han usado la presión social como estrategia para que la chica no los rechace. Esta presión trae como consecuencia que la persona obligada experimente miedo al rechazo, baja autoestima, falta de seguridad. O bien, podría ser que por ya presentar esos factores, la persona presionada no pueda mantenerse firme en su decisión y diga lo que todos a su alrededor esperan que diga.

Esta coacción deriva del amor romántico y la creencia de que él debe declararse de manera que muestre ser merecedor de ella y ella, confluyendo, no puede rechazarlo, así su historia terminará en un “felices para siempre”.

Este tipo de declaraciones de amor delante de muchas personas ha sido constante en nuestra sociedad machista, sin embargo, es momento de desembarazarnos de ellas y, primero, dejar de lamentar al hombre que fue rechazado y, segundo, ya no juzgar a la chica que tuvo el valor de rechazarlo delante de la sociedad, al contrario, habría que aplaudirle a ella que no cayó en el cuento de este amor romántico.

Además de que, estadísticamente, este día los moteles están al 95 por ciento de su capacidad, ¿se tratará de algún tipo de chantaje romántico donde muchas mujeres caen sin saberlo y acuden a los hoteles a tener sexo sin desearlo? No digo que todas, habrá mujeres que sí lo deseen y hasta sea ellas quienes lo propongan, pero existe otro sector, las mujeres que solo dicen que sí porque les da pena decir que no. El resultado de esto, suelen ser embarazos no deseados y/o alguna enfermedad de transmisión sexual.

Las mujeres, estamos en nuestro derecho de decir sí o no, con base a nuestros deseos, sin ser presionadas ni juzgadas socialmente. Mucho menos chantajeadas con frases como: “si me amas, vamos al motel este San Valentín”.

Trabajemos por un 14 de febrero digno, sano y libre para nosotras.

Y a los mal llamados “soldados caídos”… vayan a terapia, ¡urge!

[1] Definición de acuerdo al Instituto Europeo de Psicología Positiva (IEPP)

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