René Juárez y yo

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Inmensos han sido los preparativos de mi llegada / amistosos y fieles, los brazos que me han sostenido.

Walt Whitman

Florencio Salazar

SemMéxico. Chilpancingo. Guerrero. 03 de agosto 2021.- El autobús ejecutivo que usaba José Francisco Ruiz Massieu para su campaña de candidato a gobernador del PRI, rodaba por la Costera de Acapulco. En los asientos delanteros acompañábamos al candidato Elías Tabares, René Juárez, yo y otros más.

“¿Recuerda aquel columnista político del Distrito Federal, que le pidió apoyo para venir con su esposa a pasar su aniversario de bodas? René cubrió el hospedaje y yo conseguí los boletos de avión en el CEN del PRI”, dije a Ruiz Massieu.

Abrió ojos de sorpresa. “Como premio a tu lealtad –contestó– a partir de ahora me hablarás de tú”. 2.

El columnista había publicado algunos comentarios favorables al subsecretario de Salud, aspirante a gobernador. Cuando me pidió el apoyo de Ruiz Massieu para ir a Acapulco, en automático fui afirmativo. Yo era subsecretario general adjunto del CEN del PRI, bajo las órdenes de don Manuel Garza González.

A Ruiz Massieu lo veía dos o tres veces por semana. En la siguiente reunión le comenté la solicitud y mi respuesta. Ruiz Massieu casi salta de su sillón y dijo vehemente que yo era irresponsable, no tenía autorización para comprometer sus recursos y no iba a hacer ese gasto. Ese momento fue incómodo, penoso.

Era previsible la molestia del periodista. Llamé a René Juárez para pedirle apoyo. Al principio lo sentí reticente, habló de la falta de recursos. Le dije que iba a participar en un proyecto ganador. Dos o tres días después me habló para decirme que estaba arreglado el hospedaje.

Ruiz Massieu me nombró coordinador político de su campaña de candidato. En Chilpancingo, cuando vinimos al acto del destape, le presenté a René. Lo designó responsable del programa de planeación.

3.

A René lo conocí en la casa de mis entonces suegros don Fausto Albarrán y doña Esperanza Santillán. Él era novio de la menor de mis cuñadas, también Esperanza, a quien siempre cariñosamente llamamos Picos. Se conocieron en la Facultad de Economía de la UAG, en donde eran compañeros y ambos alumnos sobresalientes.

Terminaron la carrera y se casaron. Entre nosotros hubo empatía y las familias nos reuníamos a comer cada fin de semana.  Nuestras casas estaban una enfrente de la otra, así que cruzábamos indistintamente. Nació René, su primogénito. Nos invitó de padrinos de bautizo.

Con la caída del gobernador Israel Nogueda Otero –yo era secretario general de la CNOP en el estado–, partí a la Ciudad de México. Allá tuve oportunidad de desenvolverme políticamente, mientras aquí transcurrían los gobiernos del ingeniero Rubén Figueroa Figueroa y del licenciado Alejandro Cervantes Delgado, en los cuales René trabajó sucesivamente en la delegación federal de la SPP y como coordinador del Copladeg.

4.

Ruiz Massieu me ofreció tres cargos: secretario general de Gobierno, presidente del PRI o alcalde de Chilpancingo; escogí la alcaldía. A René lo nombró secretario de Planeación, cargo que ocupó tres años; luego fue presidente municipal de Acapulco.

Ruiz Massieu me pidió el programa de desarrollo de Chilpancingo. Mi equipo resultó un fiasco para la planeación. El gobernador rechazó en dos ocasiones el documento. Llamó a René y le dijo: “Ayuda a tu pariente”.

René se metió a trabajar un día completo con mis colaboradores. El documento dirigido por él fue aprobado. Además, como secretario de Planeación me dio otra ayuda importante: la electrificación de 36 colonias y 22 pueblos. No había antecedente de una obra municipal de esa magnitud.

Se rompió el matrimonio con Picos. Las reuniones familiares terminaron, pero mantuvimos la amistad.

5.

Como secretario de Planeación tuvo la habilidad de hacer alianza con la mayoría de los presidentes municipales. Era su facultad distribuir recursos de algunos programas y supo aprovechar esa posición.

Para entonces ya habíamos platicado de la posibilidad de ser gobernador alguno de los dos. No obstante, mi cercanía con Ruiz Massieu, quien me había dicho que para acompañarlo a las giras por Guerrero lo único que necesitaba era presentarme en el aeropuerto, preferí dedicarme totalmente al municipio y esa fue una decisión acertada por la cantidad de obras que se hicieron.

A Héctor Astudillo Flores lo promoví a la dirigencia de la Liga municipal de la CNOP y luego a la presidencia del PRI en Chilpancingo. Resultó ser un dirigente muy activo y yo lo apoyé con cuanta gestión hizo ante el ayuntamiento. Llamé a Héctor y le dije: “René Juárez va a ser gobernador en algún momento. Tiene tiempo viviendo aquí y aún es un desconocido en el municipio. Ya hablé con él. Lo espera, vaya a verlo, ayúdelo”.

6.

A Ruiz Massieu lo sucedió el licenciado Rubén Figueroa Alcocer. René era alcalde de Acapulco y yo diputado federal. Se encadenaron las desgracias: asesinaron a Ruiz Massieu y la tragedia de Aguas Blancas obligó al gobernador Figueroa a pedir licencia. Ángel Aguirre llegó al relevo.

En la administración de Aguirre Rivero literalmente cayó otra maldición bíblica. El huracán Paulina, lanzó enormes peñascos sobre vidas y casas. La gente de las partes altas de Acapulco quedó en total desamparo. El alcalde porteño Juan Salgado, pidió licencia. Lo sucedió Manuel Añorve.

En ese entonces me desempeñaba como coordinador de la LV Legislatura del Congreso del Estado y era mencionado como posible candidato a gobernador. Al Congreso llegué por decisión del secretario de la Segob, Emilio Chauffet.

Mi interés fundamental estaba centrado en el Congreso. Decretamos la autonomía del presupuesto, se construyó su actual sede, se creó el Instituto de Investigaciones Parlamentarias Eduardo Neri, se publicó el Diario de los Debates, se fundó la revista Altamirano, se creó la Medalla Sentimientos de la Nación, la importante reforma electoral se aprobó por unanimidad, se publicaron libros y folletos y el Legislativo tuvo presencia nacional e internacional.

Ángel Aguirre apoyó con entusiasmo nuestras iniciativas, que siempre contaron con el consenso de la mayoría de diputados y diputadas. Mis compañeros/as de bancada fueron espléndidos, muy unidos a pesar de la diversidad de orígenes y compromisos políticos. En su relación con el Congreso Ángel Aguirre Rivero siempre actuó como un reformador convencido.

Sobre la sucesión de gobierno Ángel trató de confundirnos a René y a mí, ofreciendo –a cada uno por su lado– su apoyo. En realidad, quería enfrentarnos para dar paso libre a Manuel Añorve, de quien me comentó que se saltaba las trancas y que debería hacer cola. Yo estaba en total acuerdo con el gobernador.

Por ese motivo, cuando el corresponsal de Reforma me preguntó sobre qué pensaba del gobernador que quería dejar de sucesor a su primo, respondí que Guerrero no era un rancho. Así lo publicó el periódico.

7.

Puestos de acuerdo René y yo sobre la estrategia a seguir, él me pidió que nos reuniéramos con Carlos Rojas Gutiérrez en la Ciudad de México. Analizamos la situación del Estado, la inclinación de Ángel a favor de Manuel Añorve. Carlos Rojas propuso un acuerdo. Expresó enfático señalando a René, “tú gobernador”; y luego tú –indicándome– “senador y después gobernador”. “Dejémoslo en senador –respondí–, la gubernatura tendrá su momento”.

“Estamos en este compromiso –concluyó Rojas Gutiérrez–, yo garantizo su cumplimiento. ¿De acuerdo? De acuerdo”.

René reunía las condiciones para ser gobernador y un buen gobernador. Se formó íntegramente en Guerrero, conocía su geografía humana y los datos duros por su trabajo de planeación en dependencias estratégicas para el desarrollo; además de su experiencia política como alcalde y diputado federal. Representaba una nueva generación política y se advertía su capacidad para conectar con la gente.

8.

Manuel Añorve –con su reciente Doctorado en Derecho– se había ganado la simpatía del Presidente Ernesto Zedillo. Se filtró la información de que Manuel era el beneficiario del dedazo y que Ángel Aguirre había asumido como suyo, evitando que fuera el presidente del CEN del PRI quien lo notificara a los interesados. Puesto que oficialmente no sabíamos de la voluntad presidencial, René y yo no aflojamos respecto a que se debía respetar la militancia.

Más por fastidio que por demócrata, Ernesto Zedillo decidió que la candidatura se resolviera en una elección interna. Se concretaron cuatro candidatos más: Porfirio Camarena, Guadalupe Gómez Maganda, Miguel Osorio Marbán y Carlos Vega Memije. Permítaseme de paso: entonces conocí a Osorio Marbán, era un político experimentado, cordial, de primera.

Se formó una comisión interna con los precandidatos o sus representantes. René y Manuel acreditaron representantes, pero realmente quien representó a René fui yo. Así paré un embate para desconocer a René como aspirante bajo el supuesto de que estaba usando recursos públicos. “Muy bien –señalé– saquen a René y a ver qué hacen luego con él porque el PRD lo va a querer de candidato”. Y seguramente así hubiera sido.

Se decidió que la campaña fuera conjunta. Las plazas las disputaban René y Manuel. Los demás tuvimos más bien una presencia testimonial. El día de la elección cerraron las mesas de votación a las tres de la tarde. A mi oficina interna, en el Instituto Neri, llegaron los aspirantes –menos Manuel– todos opositores a René. Apenas había transcurrido una hora del cierre y ya tenían un escrito impecable de casi cuatro hojas argumentando por qué deberían anularse los resultados, que favorecían a René Juárez. Faltaba mi firma.

Yo, además de coordinador del Congreso, también era presidente de la Asociación nacional de diputados locales del PRI y Coordinador de Acción Legislativa del CEN del propio partido. Les ofrecí que hablaría con el líder nacional, Mariano Palacios Alcocer, para tener una entrevista al siguiente día (lunes) y exponerle la situación. Estuvieron de acuerdo.

Por teléfono comenté con René lo ocurrido y enseguida me comuniqué con Carlos Rojas Gutiérrez, secretario general del CEN. Había que evitar la ruptura y era necesario que el CEN pusieran en paz a los compañeros. El lunes en la mañana recibí la llamada de Mariano Palacios Alcocer, presidente del CEN. Señaló enfático: “No voy a recibir a quienes no representan nada en Guerrero”. Los resultados –cito de memoria– fueron: Porfirio Camarena, cuatro mil quinientos votos; Guadalupe Gómez Maganda, tres mil quinientos; Carlos Vega, tres mil; Miguel Osorio, dos mil quinientos; yo, 23 mil; Manuel Añorve, 80 mil; y René Juárez, 120 mil.

En la toma de protesta de René, en la Plaza Cívica de Chilpancingo, Mariano Palacios dijo en su discurso: “Florencio Salazar es un revolucionario”.

9.

Cuando René asumió la gubernatura me ofreció dos cargos: la presidencia del PRI estatal y la secretaría general de Gobierno; acepté la secretaría general. No cumplía un año de gobernador cuando se vino encima la sucesión presidencial y la postulación de candidatos a senadores y diputados federales. El candidato presidencial visitó Tlapa y aproveché para hablarle de mi aspiración. Respuesta de Francisco Labastida: “estoy a lo que diga el gobernador”. René guardó silencio.

Unas semanas después, en reunión de gabinete, René pidió a quienes aspiraran a algún cargo de elección, presentar su renuncia. “¿Lo que tengo que decir quieres escucharlo aquí o en privado? Fuimos a su despacho y le recordé el compromiso y que yo había cumplido: “¿Qué pasa?”. “Así son las cosas”, fue su respuesta. Le entregué mi renuncia y dos o tres días después renuncié a 35 años de militancia priista.

Posterior a mi renuncia al PRI me habló por teléfono el delegado del CEN, diputado Víctor Silva Tejeda: “Olvídate de tu renuncia al PRI. El licenciando Labastida te ofrece el primer lugar en la lista plurinominal de diputados federales”. “Agradécele, estimado Víctor al licenciado Labastida, pero esa puerta ya la cerré”.

Recuerdo una curiosa llamada de quien dijo ser secretaria de Emilio Gamboa Patrón, secretario particular de Labastida. “Le pide el licenciado Gamboa que le llame. No le va a contestar, pero es importante que quede registrada su llamada”. Comenté meses después ese hecho a mi bien recordado amigo don Miguel González Avelar, quien a su vez me relató una entrevista con el candidato Labastida. “Estando en la antesala Emilio Gamboa me advirtió: ‘Miguel, no olvides que el que sigue soy yo’”.

Estuve con René cuando asumió el gobierno y también cuando lo entregó. La primera vez como su secretario general; la segunda como secretario de la Reforma Agraria y representante del Presidente de la República, Vicente Fox.

10.

No veo a la piedra como artefacto para levantarla y hacer daño; la veo para no tropezar dos veces con ella. Los rencores, las insidias, perjudican más a quienes las tienen, sufren con esos malvados sentimientos. El rencor es la Hidra, tiene en la cabeza muchas serpientes y es posible que alguna de ellas termine por morder el alma.

Como funcionario federal ofrecí toda mi colaboración a su gobierno. El estado no tiene porqué padecer los desencuentros de sus políticos. Pude crearle problemas a René con la Federación, pues más allá de mi cargo en la Reforma Agraria siempre tuve cercanía política con el Presidente Fox y relaciones obvias con el gabinete. Jamás pensé tal absurdo y ocupado en la solución de graves problemas por la tenencia de la tierra en el país, aparté el deseo de ser gobernador.

Lo usual es que los compromisos en política no se cumplan. No existe la buena fe en los asuntos del poder y los ingenuos no están hechos para esta compleja actividad. Sin embargo, siempre hay que apostar a los acuerdos. Nunca pregunté sobre los motivos del incumplimiento a lo pactado. En ocasiones es mejor ignorar las causas de lo irremediable, sobre todo si se quieren superar agravios.

11.

Entre René y yo hubo razones de mucho peso para mantener el respeto mutuo: sus hijos René y Marcela Juárez Albarrán son primos hermanos de mis hijos Alejandra y Florencio Eduardo Salazar Albarrán. Los lazos consanguíneos los considero indisolubles. Además, él nunca dejó de ver a mis hijos como sus sobrinos y procurarles atenciones.

¿Cómo, pues, podría estar en contra de René advirtiendo que nuestros hijos se han querido como hermanos? Para mí la moral no es un árbol que da moras. Pienso lo que digo y digo lo que pienso. Sé que por ese motivo soy frecuentemente incómodo. Trato de ser claro y decir las cosas de frente. Por la espalda no lastimo ni con una hoja de pino.

Hace siete años, durante la campaña electoral de Héctor Astudillo, busqué a René para dejar en claro que yo no tenía agravios en su contra. Nos reunimos en dos ocasiones en mi oficina privada sin hablar del tema. Me invitó a comer varias veces en la Ciudad de México, incluso a visitarlo en el senado; siempre fue atento y cordial. Al fin y al cabo, no haber sido senador me abrió oportunidades políticas mayores.

12.

Cuando me enteré de su contagio, el jueves 22 de abril, le envíe el siguiente mensaje por whatsapp: “Cuídate. Es un virus muy agresivo. No hay que confiarse. Dale con tu médico seguimiento a todos los síntomas. Espero tu pronta recuperación”. Me contestó: “Gracias”, incluyendo el icono de las manitas.

El miércoles 28 de junio le escribí otro mensaje: “Probablemente estés inconsciente en este momento. Desde lo más profundo de mi corazón deseo que te recuperes. Tuvimos una amistad fraterna que se quebró en algún momento. Doy por superado cualquier desencuentro y sólo deseo tu pronta recuperación. Todo el tiempo has sido un luchador: No serás vencido ahora”.

Me causó desazón publicar: “Lamentablemente falleció René Juárez Cisneros. La suya fue una vida de esfuerzo”. Su inteligencia y su voluntad lo hicieron salir de un barrio pobre y convertirse en una figura política nacional. Vivió largos tramos   agotadores, de muchas necesidades, sufridos.

Me quedo con lo mejor de René: sus conversaciones, la fraterna convivencia, la mesa compartida, su calidad de economista, su enjundia para abrirse oportunidades la hermandad entre nuestros hijos. A ese amigo, a ese ser humano, hice guardia ante sus cenizas.

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