Subversión de la feminidad somocista: Dora María Téllez

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La sandinista, encarcelada  por el gobierno de Daniel Ortega

Leerla es mantenerla viva  “Y una vez más enfrentarse al mande usté

                                como usté guste [1] “ 

Fernanda Zeledón

SemMéxico, Managua, Nicaragua, 18 de junio, 2021.- Nota de aclaración: escribí este texto desde los afectos y por tanto, no se trata de una sistematización minuciosa de la trayectoria militar, política o intelectual de Dora María Téllez. Más bien, léase como un intento por luchar contra el terror y el silenciamiento que pretende infundir OrMu. La construcción de lo político a través de los afectos y la creatividad es también una forma de esquivar las emboscadas de nuestra viciada política institucional.

La mañana del  domingo, una policía nacional completamente alineada a las órdenes criminales de uno de los dictadores latinoamericanos más sanguinarios de la contemporaneidad, arrestó a la histórica comandante Dora María Téllez. Las redes sociales explotaron con noticias sobre los pormenores de este acto cobarde e ilegal, muchas expresamos nuestra rabia, desesperación y dolor ¿Por qué es tan pesado el simbolismo detrás de su arresto? la detención arbitraria de una de las figuras históricas dentro del relato revolucionario nicaragüense, ha sido la prueba más explícita de que Daniel Ortega ha pisoteado y traicionado por completo la utopía a la que en el pasado suscribió. 

Dora María, la inquebrantable comandante ‘dos’, jefa tercera en la toma del Palacio Nacional; la matagalpina que una vez migró a León para estudiar medicina en la UNAN y que por su profunda empatía con el dolor de la niñez nicaragüense, abandonó sus estudios durante el tercer año para unirse a los operativos clandestinos del Frente Sandinista. Elogiada por la izquierda internacional, admirada por militantes en toda la región, respetada por instituciones académicas dentro y fuera de Centroamérica. En aquellos años de románticas esperanzas en las utopías socialistas, un ya consagrado maestro de las letras hispanoamericanas Gabriel García Márquez [2] llegó a describirla de la siguiente forma: 

La número «Dos», única mujer del comando, es Dora María Téllez, de veintidós años, una muchacha muy bella, tímida y absorta, con una inteligencia y un buen juicio que le hubieran servido para cualquier cosa grande en la vida. También ella estudió tres años de Medicina en León. «Pero desistí por frustración», dice, «Era muy triste curar niños desnutridos con tanto trabajo, para que tres meses después volvieran al hospital en peor estado de desnutrición.» Procede del frente guerrillero del Norte. «Carlos Fonseca Amador». Desde enero de 1976 vivía en la clandestinidad.

Así, la noticia sobre la guerrillera matagalpina relatada en la crónica de Márquez, recorrió toda América Latina. Del otro lado, medios simpatizantes de Somoza hablaban de ‘actos vandálicos’ (mismo calificativo que utilizan los medios de la dictadura orteguista para hablar de la impávida protesta que las defensoras, activistas y autoconvocadas/os nicaragüenses venimos liderando desde hace tres años). 

Me detengo acá para puntualizar que este texto no tiene el objetivo de hacer una apología ciega a una protagonista de la memoria revolucionaria del país, que no se mal entienda, la ejemplaridad política de nuestra ‘sujeta de la historia’ no es ni ha sido infalible. En nuestros constantes esfuerzos por construir referentes de resistencia, sucumbimos al error de creer que las/os  actoras/os políticas/os deben carecer de todo pecado, inmunes a cualquier error político. 

Pero no se trata de creer ciegamente en un ‘ser superior’ del movimiento” social, o de suscribir servilmente a pugnas por el poder. Uno de los grandes resultados de nuestra insurrección cívica, ha sido la capacidad de cuestionar aguda e indiscriminadamente cuando hemos tenido que hacerlo. En comparación con la militancia leal, con la que en el pasado muchos de nuestros padres defendieron el proyecto sandinista. En el caso de nuestra sujeta en cuestión, sus errores políticos han sido muchos, los hemos nombrado y criticado innumerables ocasiones, uno de ellos cuando como miembro del MRS, apoyó la candidatura a presidencia del liberal Ceni – Eduardo Montealegre. 

Entonces ¿Cuál es la importancia de reflexionar sobre el papel de Dora María Téllez en la historia reciente de Nicaragua? ¿Desde qué claves debemos interpretar o cuestionar su participación política? ¿Qué aportes podemos retomar de su andamiaje de luchas?

Con el ánimo de aproximarme a una -posible- respuesta, vuelvo al sentido del título con que bauticé este texto: Dora -al igual que muchas compañeras sandinistas- subvirtió el mandato político del Estado Nación somocista, sobre el rol de la mujer como ‘ciudadana de complemento’ y la reducción del actuar social de esta, desde una perspectiva ultra conservadora del trabajo reproductivo. Cuando era yo una niña mi madre me contaba las historias de las comandantes y guerrilleras de la revolución: Mónica, Arlen, Dora, Luisa Amanda; las amazonas de la causa sandinista.

Entre sus relatos ficcionalizados y bien detallados de lo que ella presenció siendo una niña, destacó siempre el de la joven ‘comandante dos’ que a los 22 años se tomó el Palacio Nacional. Llamo la atención sobre el hecho de que en la historia de mi madre, la protagonista siempre fue Dora, sus compañeros de lucha ocupaban lugares secundarios. La transmisión de la memoria es así, se relata lo que se anuda en los afectos y se atesora para ser comunicado a las nuevas generaciones. Para aquella pequeña niña que sobrevivió dos brutales guerras, la imagen de una mujer joven ejerciendo el rol asignado socialmente para hombres marcó por completo su perspectiva de ver el mundo, tanto así que convirtió su recuerdo en cuento infantil para su propia hija. 

El retrato de las combatientes vestidas en sus uniformes verde olivo evidenció una realidad inmanente: las mujeres de todas clases sociales, preferencias sexo – afectivas, trans o cis e identidades étnicas somos capaces de hacer todo lo que los hombres hacen y más. El reflejo que proyectaron sobre las jóvenes de aquella generación y de las posteriores generaciones fue un punto de inflexión sin precedentes. Significó para nuestras madres, tías, primas, hermanas y para nosotras mismas la posibilidad de ser astronautas, mecánicas, ingenieras, economistas, científicas sociales, fotoperiodistas,  investigadoras, líderes políticas entre otras cientos de “labores masculinas”. Sobre  de esta trayectoria de roles es que las contemporáneas hemos dado nuestras batallas. 

Frente a una dictadura inhumana y patriarcal como la que sobrevivimos día a día -que da cuenta de usos maquiavélicos del pasado y desea cristalizar la memoria del sandinismo en un macho violador- repasar las trayectorias de nuestras valientes ancestras es más que necesario, urgente. 

En segundo lugar, me parece importantísimo puntualizar que esta generación de mujeres combatientes construyó un horizonte de enunciación político para las activistas, defensoras, presidentas de partido y lideresas en los movimientos sociales de Nicaragua. 

A pesar de las omisiones y anulaciones de las mujeres en la historia sociopolítica del país, las nicas siempre hemos mostrado discursos – posiciones sólidas y contundentes frente a los obstáculos, violencias e injusticias que resistimos. Desde las revueltas protagonizadas por las comerciantes masayas a inicios del siglo XX, hasta una Doña Francisca liderando la protesta del Movimiento Campesino Anticanal. Hemos construido un derrotero amplísimo de luchas, resiliencias y saberes políticos. En ese sentido, subrayo: no se trata de afirmar que antes de la revolución sandinista las mujeres no tuvieran voz -por supuesto que tuvieron- sino de señalar la importancia de las lideresas sandinistas en la amplificación de esa voz, o sea: la creación de una plataforma para emitir el discurso. La participación de las sandinistas en su calidad de ministras, militantes, guerrilleras, brigadistas, escritoras, poetas, profesionales, intelectuales, guardianas de la memoria, miembros de la Izquierda erótica, AMLAE, AMPRONAC; mujeres organizadas y e indispuestas a callar, fracturó para siempre las estructuras del Patriarcado nicaragüense. Este ha sido el regalo más valioso de nuestras antecesoras hacia nosotras: el implacable rompimiento de la mordaza política.

Por último me gustaría rememorar el enorme aporte de la trayectoria intelectual de Dora María Téllez, en su calidad de historiadora – investigadora social. Desde su trabajo Muera la gobierna: colonización en Matagalpa y Jinotega 1820-1890 (URACAN, 1999), donde abordó el despojo territorial de  indígenas de Matagalpa y Jinotega, causado por la colonización del Estado nicaragüense durante esta temporalidad. Su colaboración en publicaciones internacionales como Centroamérica, fragilidad de las democracias (2001). Democracia y seguridad ciudadana: sistema de justicia penal-Nicaragua en el año 1999, su colaboración en centros de Investigación como Nitlapan, el ya extinto IHNCA – UCA, las colaboraciones en la Revista Envío y su papel como coordinadora ejecutiva del proyecto Memoria Centroamericana (IHNCA-UCA FLACSO-Secretaría General). Entre otros admirables aportes a la reflexión social y política de Nicaragua y América central, que como bien sabemos no es una región particularmente afable con la trayectoria y producción intelectual de las pensadoras e investigadoras. Generar pensamiento crítico es para nosotras un acto de resistencia, y nombrar la obra de nuestras autoras es recalcar sus contribuciones es luchar contra la desmemoria. 

Hace un par de días, el compañero Tito Castillo tuiteó una reflexión que me parece importante retomar, decía así: “Mi solidaridad a todas las personas que nacieron en Nicaragua después de 1990. Crecimos escuchando los traumas de nuestros padres por la guerra y ahora somos parte de esa herida colectiva.” La herida de las guerras que enfrentaron nuestros padres nunca se cerró, nacimos en ella y fuimos socializadas a través del dolor. Peor aún, los olvidos intencionados, las dinámicas corruptas de la política institucional, la falta de oportunidades formativas y laborales para las nuevas generaciones, la vulnerabilidad de los sectores empobrecidos, el odio – discriminación hacia las indígenas, afrodescendientes, campesinas, personas lgtbiq y las violencias machistas; han abierto mucho más esa herida. Sin embargo, creo que repasar y cuestionar los andares de quienes siendo jóvenes -como nosotros/as- se enfrentaron al terror y la represión, es una forma de ir construyendo metodológicamente nuestra ruta hacia la sanación. 

Mientras escribo esto, leo una nota que actualiza y brinda detalles sobre la situación de secuestro de Dora María Téllez y Ana Margarita Vijil. El dolor y la indignación me invaden. Sólo me queda decir que dedico este texto a todas las mujeres de Nicaragua, que a diario se enfrentan con valentía y dignidad a la maquinaria criminal de la dictadura. 

¡Libertad para las presas políticas!Referencias

[
1]  Fragmento del poema Ser o no ser, de Ana Ilce Gómez
[
2] crónica de García Márquez recuperada de: https://www.abc.es/archivo/abci-conto-garcia-marquez-abc-asalto-palacio-nacional-managua-1978-202004170104_noticia.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com

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