Una narradora y dramaturga indispensable para entender y rememorar la vida cotidiana y el conflicto entre los géneros

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Homenaje a Luisa Josefina Hernández en el Palacio de Bellas Artes, una de las plumas más brillantes del siglo XX en México,

Nos dejó huella en el ámbito de la creación, en la formación de generaciones de autores, actores y escenógrafos

Sara Lovera

SemMéxico, Ciudad de México, 21 de enero, 2023.- El viernes se rindió homenaje a la narradora, ensayista y traductora Luisa Josefina Hernández, en el Palacio de Bellas Artes, en reconocimiento a su aportación a la literatura y dramaturgia nacionales, a su narrativa sobre la vida cotidiana, sus planteamientos sobre lo femenino y masculino, con aportaciones perecederas que creo en el siglo XX, galardonada y prolífica, sin embargo, su literatura no ha sido leída con hondura. No se la conoce suficientemente.

Promovió este homenaje la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), y se anunció que próximamente sus más de 15 novelas, se van a reeditar. Ella una mujer contemporánea, que dejo huella y es lección para la vida y la libertad de muchas mexicanas.

De su obra, la escritora e investigadora Sara Sefchovich ha comentado que “siempre se ha preocupado por la vida familiar y todas las dificultades de las relaciones en ese mundo interior”, es decir, los planos domésticos de la vida, la compleja cotidianidad, pues sus creaciones retoman esas situaciones con ironía, sarcasmo y crítica.

El conflico entre lo femenino y masculino

En su obra de teatro Los grandes muertos muesta “una serie de sugerentes microcosmos desfilan actores y personajes que se mueven entre formas de ser y vivir antitéticas, en la eterna búsqueda del equilibrio y la conciliación. La pugna y el conflicto entre lo masculino y lo femenino, el mundo personal y el social, la pasividad y la subversión son una constante que se materializa en excelentes textos dramáticos, suma fundamental en el panorama de la dramaturgia mexicana de todos los tiempos.

A lo largo de su vida como dramaturga, ensayista y narradora, Luisa Josefina Hernández exploró de manera muy personal y siempre desafiante temas relativos al individuo e individua contemporáneos y a la naturaleza humana. Los grandes muertos reúnen en cuatro grupos o ciclos doce de las obras teatrales de esta figura central de la dramaturgia mexicana. Al lado de construcciones dramáticas sorprendentes y sutilísimas, la autora desliza en estas páginas una serie de reflexiones inquietantes en torno a las oposiciones binarias que rigen la cultura y el mundo occidental. Problemáticas y conceptos como las relaciones familiares y de pareja se ven constantemente cuestionados por la red de personajes que conforman cada obra. Así, sus personajes a menudo se confrontan con las tradiciones y el arraigo cultural, al mismo tiempo que se enfrentan a realidades como la necesidad de afecto, la frustración, la soledad y la indecisión.

El Homenaje

En los espacios de mármol del Palacio de Bellas Artes estuvieron ahí familiares, amigos, colegas y público en general, hicieron una exégesis de su obra, rememorarla a 3 ´días de su muerte que sucedió a sus 94 años, en su casa de Cuernavaca, Morelos  

Fue una emotiva despedida. Un reconocimiento, un adiós.

Luisa Josefina Hernández considerada una de las grandes exponentes de la dramaturgia mexicana, pero cuya obra es prácticamente desconocida entre el público mexicano, a pesar de haber contribuido al teatro nacional, con más de 60 obras. A la literatura con 17 novelas, 10 traducciones, varios prólogos y ensayos sobre la historia del arte.

Fue la primera mujer de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en ser nombrada profesora emérita, “pero no solo fue la primera, fue la única en todo el siglo XX”, recordó la directora de la Compañía Nacional de Teatro, Aurora Cano.

En 1971, fue acreedora del Premio Magda Donato por Nostalgia de Troya. En 1982 recibió el Premio Xavier Villaurrutia por Apocalipsis cum figuirs. ​ Fue ganadora del Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Lingüística y Literatura por el gobierno federal de México en 2002. ​ Es Creadora Emérita del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. ​

En el homenaje, conducido por el actor Óscar Narváez y con música interpretada por el Cuarteto de Cuerdas de la Orquesta Sinfónica Nacional, y tocó a la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, Lucina Jiménez López, abrir la ceremonia. 

“El Siglo XX mexicano no se puede entender sin la obra, sin el aporte de la maestra Luisa Josefina Hernández; y no se puede entender porque es ella quien atraviesa todo nuestro siglo XX y principio del XXI con una prolífica obra que pasa del teatro a la expresión dramática, a la novela, a la crítica literaria, también a la traducción”,  

Gracias a ella –dijo la directora general del Inbal con la representación de la secretaria de Cultura federal, Alejandra Frausto Guerrero– tenemos acceso a muchos autores internacionales que ella trabajó mucho, y si hay algo que nosotros podemos reconocer en la maestra es el compromiso con su propia obra.  

“Fue una mujer entregada, con disciplina, a la investigación y a la dramaturgia, que incluye a personajes entrañables, y tantas y múltiples versiones y menciones que pareciera que cobran vida en su obra. Al momento que uno va leyendo la estructura dramática, como ella propone, advertimos que solo alguien con una profunda formación humanista es capaz de desentrañar el alma de sus propios personajes, solo alguien que abreva de la historia y del contexto cultural mundial de su tiempo es capaz de dar vida con la profundidad como ella lo hizo”, dijo. 

Tras agradecer a quienes acompañaron a la maestra Luisa Josefina Hernández a lo largo de una fructífera vida creativa, también afectiva, amorosa, en una relación de construcción de los vínculos más profundos que uno tiene en la vida, mencionó la participación del Gobierno de México, de la comunidad artística y de los medios de comunicación. 

Ante familiares, amigos, creadores escénicos y estudiantes, la titular del Inbal dio la bienvenida a este espacio que contribuye a la memoria artística de un país que se nutre con la creación de quienes dedican su vida a pensar, a recrear, a generar las diferentes expresiones artísticas con las que México es reconocido en el mundo. 

Acompañada de la subdirectora general de Bellas Artes, Laura Ramírez Rasgado; del coordinador nacional de Teatro, Daniel Miranda; de la directora de la Compañía Nacional de Teatro, Aurora Cano, y del actor Óscar Narváez, la directora general del Inbal aseguró que la Compañía Nacional de Teatro explorará ese huerto tan profundo, que son decenas de obras de teatro, y también seguramente el trabajo inédito contemporáneo que haya concluido, “y asumimos ese compromiso con su familia, de editar todas aquellas obras de la maestra Luisa Josefina que hayan quedado en el tintero”. 

Y agregó: “Es una tarea fundamental hacer posible que las actuales generaciones exploren su obra, y lo debemos hacer no solo en las escuelas de arte, sino también en los espacios donde la literatura pueda caminar y tener esta conversación con esta gran escritora, con una gran artista, esta gran humanista”. 

La dramaturga llevó a la escena las contradicciones de la nación y de la pareja

Ante una enorme fotografía de la escritora, el director de escena José Caballero expresó que Luisa Josefina Hernández, siguiendo los pasos de su maestro Rodolfo Usigli, y como parte principal de la más brutal generación de dramaturgos del siglo XX mexicano, nos ha dejado el retrato más vivo y profundo de nuestra contradictoria sociedad. 

Señaló que la dramaturga llevó a la escena, con maestría, las contradicciones de su nación. “Hizo del escenario el espejo de nuestros anhelos, de nuestros vicios y virtudes, de nuestra anhelada búsqueda de identidad”. 

A nombre de la familia de Luisa Josefina Hernández, el actor y director David Gaitán, nieto de la maestra, pidió un aplauso para ella, y luego leyó una carta que le escribió a su abuela a propósito de la presentación del libro de memorias que ambos escribieron. 

Profundamente emocionado, Gaitán leyó: “Noviembre de 2017. Mamá: esta carta es la que leí cuando presentaron nuestro libro. Sé que nunca fuiste partidaria de compartir los afectos íntimos en contextos públicos, pero como alguna vez me dijiste, ahora sí nos van a conocer. 

“Te escribo porque es el modo más sincero que encontré para decirte lo que siento ahora que se presenta nuestro libro, pero sobre todo por la gran felicidad que tu existencia en este mundo me ha significado. (Alguna vez) me dijiste que solo había que escribir cosas que fueran relevantes para la existencia del prójimo, y aprendí que para ti eso no era solamente un criterio artístico, sino una postura de vida. La huella que tu generosidad ha dejado es algo que he podido atestiguar en un sinfín de mis maestros, académicos, actores, actrices, directores, críticos, espectadores, y felizmente no me acostumbro a escuchar lo importante que fuiste para las personas con quienes conviviste. 

“Es cierto que nosotros hemos gozado de la dicha de la cotidianidad para decirnos que nos queremos, pero ya que las letras han sido testigos de nuestros afectos me encanta la idea de darte estas hojas para que las releas siempre que nos extrañemos. Te quiero, desde que te recuerdo, te quiero”, concluyó Gaitán. 

Que conozca el mundo la maravillosa vida y obra 

José Caballero, quien llevó a la escena seis de las 11 obras que integran la saga Los grandes muertos, con el elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro, dijo que tenemos una tarea: “Hacernos dignos de su obra, renovar sus ediciones, difundir sus enseñanzas y llevar su obra dramática a la escena, que conozca el mundo la maravillosa vida y obra de una gran artista que supo sortear los obstáculos de su época para realizarse en plenitud”. 

Al hacer uso de la palabra, la actriz y académica Aimée Wagner se refirió a la labor docente que desarrolló Luisa Josefina, “tarea que cumplió con pasión siguiendo las enseñanzas de su padre, un connotado jurista campechano quien dijo: Aquel que por medio de la educación no proporciona a otros las armas para vivir en el mundo no ha cumplido ni como ser humano ni como ciudadano ni como padre”. 

Destacó que durante más de 40 años la maestra impartió clases en el hoy Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, convirtiéndose en nuestra primera maestra emérita en 1991. En esa ceremonia recordó a las maestras que la formaron, aclarando que, si bien era la primera, no era la única. “La gratitud fue otra de sus grandes cualidades”. 

Luego recordó que el Inbal también acogió sus saberes, así como otros centros de educación en México, Estados Unidos y Cuba que tuvieron el privilegio de su presencia. “Asistir a las clases de la maestra era un verdadero placer y un privilegio. Cátedras extraordinarias que dictaba con la convicción de –decía— satisfacer sus más íntimos deseos, ya que, como lo había dicho cuando le concedieran el emeritazgo, sustituir la amenaza bíblica de ganar el pan con el sudor de la frente, con la dicha de ganarlo en la realización de nuestros más íntimos y complicados deseos, es una distinción”. 

La titular de la Compañía Nacional de Teatro, Aurora Cano, destacó en su momento que Luisa Josefina es, ante todo, “una gran artista y así será recordada. Sin embargo, detrás de su obra, inconmensurable, hay algo aún más extraordinario en ella: hay alguien que piensa en el teatro como nadie. Y no puedo evitar destacar esto en un día como hoy”. 

Y dijo: “Me había propuesto no mencionar el tema del género, porque resulta reduccionista y miope, y quisiera pensar que innecesario, pero las estadísticas son apabullantes y el contexto lo es todo: Luisa Josefina Hernández no solo fue la primera mujer en obtener la distinción de profesora emérita de la Facultad de Filosofía y Letras, sino que fue la única emérita de dicha facultad en todo el siglo XX”. 

Miguel Sabido, uno de sus alumnos más destacados 

Uno de los alumnos más destacados es Miguel Sabido, quien al participar subrayó la labor docente de la maestra homenajeada. “Fue mi maestra durante muchos años, fui el primer alumno que entró en su primera clase en la Facultad, y digo con profundo orgullo que, si algo bueno hice en mi carrera y mi vida, a ella se lo debo”. 

Luego recordó tres grandes enseñanzas que le dio. La primera: Soy hija de un juez, por eso creo que el creador tiene una responsabilidad moral con su sociedad. El alfa de la acción dramática es el texto, pero el omega es el efecto en la audiencia y eso implica una responsabilidad moral insoslayable.  

La segunda: El creador debe ser valiente, tener capacidad de compromiso consigo mismo, con su obra y con la audiencia a la que se dirige. Y la tercera: que no te dé miedo pensar, lanzarte al análisis más profundo, al descubrimiento más doloroso. Crear es un deleite y un estigma, un acto solitario y multitudinario, un acto generoso. 

Luego de los testimonios, los asistentes realizaron guardias de honor ante la enorme fotografía de Luisa Josefina Hernández, con las representaciones del Inbal, la UNAM, la Coordinación Nacional de Teatro, la Compañía Nacional de Teatro, la Coordinación Nacional de Literatura y la Dirección de Extensión Cultural, entre otras. 

Las guardias fueron acompañadas por la música de autores como Mozart, Manuel M. Ponce, Pietro Mascagni, Juventino Rosas, Macedonio Alcalá y Antonio Santoyo, interpretadas por el Cuarteto de Cuerdas de la Orquesta Sinfónica Nacional, integrado por los maestros Andrés Castillo y Nancy Cortés (violines), Luis Castillo (viola) y Alejandra Galarza (violonchelo). 

La Secretaría de Cultura y el Inbal, a través de Extensión Cultural, realizarán dentro del programa de fomento a la lectura ¡Leo… luego existo!, una lectura de textos de la maestra Luisa Josefina Hernández, como un homenaje a la que fuera narradora y dramaturga, el domingo 26 de noviembre en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. 

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