Desobediencia
Olimpia Flores Ortiz
SemMéxico, Zaachila, Oaxaca, 29 de marzo de 2021.-. Desde la pandemia más remota de la que tengamos información, la peste bubónica -S VI de nuestra era, época del esplendor del Imperio Bizantino gobernado por Justiniano- hasta la pandemia que nos asola del coronavirus, siempre se ha tratado de mortandad y duelo, de catástrofe económica y carencia, de cambios en los modos de vivir y los hábitos. Así como estamos asimilando como parte del atuendo al cubre bocas, el burka se extendió en aquél entonces. Se adecuó la vestimenta con lógica sanitaria.
A su vez los estados teocráticos tomaron cartas en el asunto y establecieron leyes para limitar el ejercicio de la sexualidad a la procreación, condenando y castigando el contacto entre los cuerpos. Ahora, a raíz de la pandemia actual, diversos países han establecido restricciones a las libertades, cerrando sus fronteras y limitando la movilidad local, suspendiendo el derecho de reunión y de concentración, forzando al uso del cubreboca obligatoriamente.
Las pandemias incluso han propiciado giros civilizatorios, como la peste de Justiniano (la padeció y se recuperó) que provocó el decaimiento del imperio catalizó el paso a la Edad Media. O como la viruela traída por los españoles a Mesoamérica, a los que ayudó en la conquista al diezmar a la población originaria que carecía de defensas para resistirla. Hoy parece que estamos también ante el derrumbe del mundo como lo conocíamos, con una pandemia de repercusiones masivas a nivel global.
En cada uno de los siete episodios que a lo largo de la historia se consideran como pandemia, la constante subjetiva ha sido el miedo objetivado ante la inminencia de morir en medio de la vertiginosidad de la devastación.
Y este miedo, determina también las formas de interrelación de las personas. Por lo pronto hemos tenido que aprender a tener cautela frente al tacto y a contener expresiones rituales o espontáneas de afectividad.
Y a ver si a la larga no perpetuamos el uso del cubreboca como una costumbre moral igual que el burka y se nos antoje en el futuro la obscenidad de los labios descubiertos. O nos vayamos por la vía de la satanización de grupos de riesgo por oficio, profesión o por otras condiciones, tal y como cunde respecto del SIDA hacia las comunidades heterodesobedientes.
Digamos que, así como el miedo atenazante durante la pandemia se cruza con mis añejas ansiedades y frustraciones, mezclando un particularísimo coctel que deteriora mi salud, desorienta mis decisiones y mina mi voluntad; así también incidimos en la configuración del ánimo colectivo y a la magnitud y densidad de la tragedia, ya sea por parálisis o desafío, por depresión, negación o descontrol.
La pandemia que incide en las condiciones subjetivas y objetivas de las personas trastocando la vida de toda la población, expande como mala hierba otra pandemia que es la de los estados de ánimo sombríos, ansiosos, desesperados y erosiona la estabilidad mental. La devastación de esta pandemia nacida de la otra y sumada a la palmaria incertidumbre de los tiempos, la vamos a padecer por largo tiempo.
El miedo objetivado y razonado, nos mantiene alertas; son tiempo de emergencia, no puede haber descuido o negligencia. Estamos en estado permanente de alerta.
Pero el miedo también tiene que hacer sonar mi alerta interior, para escucharme la emoción y las señales del cuerpo. Mientras la angustia siempre latente tiene un carácter inefable y es inaprensible, el miedo tiene objeto y lo puedo trabajar.
Para conjurar el miedo: estoy a la escucha, me percibo me voy atisbando, resurjo; mi yo reivindicado y removido.
En la edición de Trotta de A la Escucha de Jean Luc Nancy:
“Estar a la escucha es siempre estar a orillas del sentido o en un sentido de borde y extremidad, y como si el sonido no fuese justamente otra cosa que ese borde, esa franja o ese margen. (…) ¿Qué es un ser entregado a la escucha, formado por ella o en ella, que escucha con todo su ser? -(…) ¿Qué es lo que resuena? -Un cuerpo sonoro. – Pero ¿cuál? ¿Una cuerda, un metal, o bien mi propio cuerpo?”
A la escucha de mí, y así luego de ti, de un posible nosotros.
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