Opinión| Yucatán y el turismo, a propósito del Tianguis 2021

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Dulce Ma. Sauri Riancho*

SemMéxico, Mérida, Yucatán, 17 de noviembre, 2021.- Después de vicisitudes y cambios de fecha productos de la pandemia, ayer dio inicio el Tianguis Turístico de México en esta ciudad de Mérida.

Para Yucatán no es sólo el más importante evento del ramo que se realiza periódicamente en nuestro país, sino también marca el reencuentro formal de la entidad con la actividad de vanguardia que caracterizó los inicios del turismo en México.

En 1921 se registra la conformación de la Compañía Impulsora del Turismo a las Ruinas de Yucatán S.A., empresa de Fernando Barbachano Peón y Francisco Gómez Rul, quienes unieron esfuerzos para la promoción del redescubierto sitio arqueológico de Chichén Itzá.

No fue casualidad que poco tiempo después, en 1923, Felipe Carrillo Puerto inaugurara la carretera Dzitás-Chichén y se diera inicio a la construcción del Mayaland, “primer hotel en el mundo ubicado en el perímetro de una zona arqueológica”.

Eran los tiempos en que la economía y la actividad empresarial de Yucatán estaban concentrados en el cultivo e industrialización del henequén, fibra fundamental para la operación de la maquinaria agrícola cosechadora del mundo. Apartar la imaginación y los recursos del sisal —nombre con el que se conocía a la fibra yucateca—, representaba una osadía que sólo unos cuantos visionarios se atrevieron a plantear.

Y en el caso del turismo, la novedad era aún más acentuada, porque justo en esos años comenzaba la transición hacia los viajes como una forma de diversión, con el apoyo de la naciente aviación nacional hacia la lejana península yucateca, que más funcionaba como una isla comunicada hasta entonces exclusivamente por mar.

Esta situación de privilegio en el mapa turístico de México se fincó en las dos grandes zonas arqueológicas de la cultura maya peninsular: Chichén y Uxmal. El turismo extranjero, asociado también a la comercialización del henequén, propició la introducción temprana de las rutas aéreas internacionales, primero hacia Estados Unidos y en la década de 1960, con vuelos hacia Alemania desde el aeropuerto de Mérida.

En tanto, sol y mar de la costa nororiental quedaron reservadas al deleite de los lugareños que construyeron casas de veraneo a lo largo de decenas de kilómetros de las blancas playas del Golfo de México.

Los esfuerzos gubernamentales por fomentar la diversificación económica de Yucatán para disminuir la dependencia de la declinante actividad henequenera llevaron a emprender una serie de proyectos en la parte agrícola durante las décadas de 1950 y 1960. El turismo como tal no formó parte de esa estrategia.

El origen de Cancún

A mediados de la década de 1960 corrió el rumor de que el recién conformado Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR), dependiente del Banco de México, había comenzado a realizar estudios en las costas peninsulares con el propósito de construir un gran centro de atracción para el turismo de playa en la zona atlántica de México. Antonio Enríquez Savignac fue designado para realizar la evaluación sobre el sitio óptimo para emprender la aventura de fundar una ciudad con clara misión de atraer al turismo internacional que había dejado de viajar a Cuba al transformarse su régimen político.

Celestún, en la zona limítrofe de Yucatán con Campeche, parecía ir ganando la carrera de las preferencias, más si se sumaba el atractivo de brindar alternativas a la población henequenera yucateca. Sin embargo, la balanza se inclinó por una lengüeta de arena frente a Isla Mujeres, entonces territorio federal de Quintana Roo.

Entonces dio arranque la construcción de Cancún que, a mediados de la década de 1970, ya había demostrado su impacto en el desarrollo de la región sureste del país y a lo largo de los siguientes años, como el proyecto más exitoso de planeación gubernamental.

Durante muchos años las y los yucatecos vimos con celo y resentimiento la inversión pública y privada que se canalizó a Cancún. Nos preguntábamos por qué la determinación gubernamental no había considerado las necesidades yucatecas de fuentes de trabajo distintas al cultivo e industrialización del henequén. Sin embargo, allá se dio la creación de miles de empleos en la industria de la construcción, de alimentos y bebidas y en los servicios, que absorbieron a los trabajadores desplazados del henequén y a campesinos milperos de otras zonas de Yucatán.

Se abrieron oportunidades de inversión, negocios dedicados a la proveeduría del dinámico mercado de la costa norte de Quintana Roo, ante la emergencia del nuevo polo de Playa del Carmen. La estrecha relación entre las dos entidades se mantiene hasta la fecha: si a ellos les va bien, nos va bien aquí también.

Dolorosa aceptación

La aceptación del fenómeno de Cancún y su carácter de irrepetible en la península de Yucatán fue complejo y doloroso para las y los yucatecos. Al paso del tiempo, lograda la ruptura de la dependencia económica y cultural del henequén, volvimos a contemplar al turismo como una oportunidad de desarrollo. Ya no sólo las zonas arqueológicas, sino también atractivos culturales, que incluyeron otros asentamientos prehispánicos y coloniales, como Izamal, Valladolid y la Ruta de los Conventos. Surgieron la ecología y el turismo de aventuras, el rescate de los cascos de las haciendas henequeneras para funcionar como resorts de gran lujo o salas de fiestas que han hecho de las bodas-destino una actividad muy redituable para los múltiples servicios asociados.

Gracias al puerto de altura de Progreso, comenzó el arribo de cruceros, quizá sin la intensidad imaginada en la década de 1980, pero con la promesa de incrementar su número en la medida que se mejoran los servicios portuarios.

Ahora Yucatán es sinónimo de turismo integral, donde se encuentran alternativas a la medida de gustos y presupuestos de las y los visitantes. El intangible más valioso que enmarca este esfuerzo exitoso de generaciones de emprendedores y de gobiernos es la seguridad que gozamos en Yucatán. Se puede pasear en la madrugada por Montejo o hacer una caminata insomne por las calles del centro de Mérida sin la zozobra de los asaltos. Esas actividades destacan entre otros atractivos que encuentran aquí las familias y los visitantes de otras regiones de México azotadas por la violencia.

Esta vocación renovada es la que se muestra en el Tianguis Turístico 2021: una sociedad que supo retomar la dinámica de principios del siglo pasado: aprender, emprender, renovar, innovar y mostrar al mundo nuestra capacidad de superar obstáculos, incomprensión y abandono.

dulcesauri@gmail.com

  • Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán

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