Querida Diana (historia de una feminista)

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Por: Claudia Almaguer

SemMéxico. 01 de agosto 2020.- El obituario de la Dra. Diana Rusell publicado el pasado 28 de julio marca una pérdida grave para el feminismo, pero esta no es una columna para hablar sobre su muerte.

Digamos en su lugar que Diana nació en Cape Town, Sudrafica en 1938, a los 19 años viajó a Inglaterra para completar sus estudios en ciencias sociales, luego hizo una maestría en donde fue premiada como la mejor estudiante y para 1963 se trasladó a Boston en los Estados Unidos para realizar un doctorado en Harvard. Como es ineludible para las feministas de su época, Diana participó en movimientos políticos de protesta como el que en ese momento se gestaba contra el apartheid en su país de origen por lo que padeció la experiencia de ser arrestada en más de una ocasión.

Al cabo de un tiempo el interés de sus investigaciones se enfocaría principalmente en las múltiples violencias vividas por las mujeres, por entonces absolutamente invisibilizadas. Diana trabajo en ello, escribió sobre la violación en el matrimonio, la explotación sexual, el hostigamiento sexual, el abuso infantil, además evidenció la relación que había entre la pornografía y el alza en los crímenes de violencia sexual. Aunque seguramente el logro que más ha rendido frutos es su constructo teórico sobre el femicidio.

Aun cuando oficialmente se reconoce como autora del término, ya se había usado en alguna ocasión allá por 1801 y posteriormente ella misma atribuyó su siguiente mención a la escritora Carla Orlock quien en 1974 diera nombre a lo que después desarrollaría Russell.

De ese tiempo surge el primer discurso que ella misma expuso acerca de este tipo de muertes violentas, en 1976 se llevó a cabo el Tribunal Internacional de Crímenes en contra de las Mujeres en Bruselas, Bélgica que reunió a más de 2000 mujeres provenientes de 40 países del 4 al 8 de marzo de ese año con Simone de Beauvoir participando. La intención principal era denunciar la situación de extrema violencia que padecían las mujeres en todo el mundo vinculándolo a la condición subordinada del género y a la indiferencia de los gobiernos.

Diana hizo una denuncia fundamental acerca de que muchos de estos homicidios constituían una política sexual de asesinato que no era nuevo, sino que se encontraba presente desde la quema de brujas del pasado hasta el infanticidio de las niñas en muchas sociedades del mundo, actos que no habían tenido un nombre hasta ese día: eran femicidios.

En ese discurso expuso la estadística criminal de Estados Unidos sobre los homicidios ocurridos en los hogares en donde las víctimas eran las esposas y había en un 85% de los casos un antecedente previo de violencia doméstica reportado a la policía y en el 50%, cinco o más, lo que confirmaba una relación entre los asesinatos de las mujeres por parte de sus esposos o parejas como el último evento de una violencia familiar constante.

Así también se enlazó al femicidio con la violencia sexual pues Russell señaló que una de cada diez mujeres eran asesinadas durante un acto de violación u otro tipo de abuso de carácter sexual a manos de su agresor, así mismo nombró casos de femicidio que fueron sustraídos de los periódicos de la ciudad de San Francisco con las mismas características de lo que actualmente define a las razones de género y da cuenta de medios crueles para causar la muerte así como del desprecio y la exhibición pública de los cuerpos.

Posteriormente publicó junto con Jill Radford su obra “The Politics of Woman Killings” una antología de las representaciones de violencia contra las mujeres en distintos países logrando encontrar patrones comunes de misoginia y permisividad social e institucional además de una marcada tendencia hacía culpar a las víctimas de su propia muerte a manos de otros.

Para entonces la definición de femicide consistía en el asesinato misógino de las mujeres a manos de hombres y evolucionó hasta describirse como el asesinato de mujeres realizado por hombres, por ser mujeres lo que sirvió para describir manifestaciones de violencia focalizadas como el asesinato de mujeres negras por hombres blancos (femicidio racial), el de lesbianas por hombres heterosexuales (femicidio por homofobia o lesbicidio), el de las esposas a manos de sus maridos (femicidio marital), el cometido por parte de extraños, el femicidio serial, o la transmisión intencional del virus del VIH por violadores a sus víctimas.

Así, vinculado con otras formas de violencia, se afirmó que agresiones como la violación, el acoso sexual, la pornografía y el abuso físico en contra de mujeres y niñas al encontrarse conectadas entre sí, anulan la creencia de ser sólo crímenes aislados sino que constituyen un continuum de violencia que busca dañar y degradar a las mujeres, así como el control que puedan ejercer sobre su propio cuerpo pero que a su vez traen una intención implícita: La preservación del poder y el sometimiento de todas.

Cabe decir, las investigaciones Diana Russell han sido indispensables para quienes nos dedicamos al análisis de feminicidio pero esa es apenas una parte de su legado.

La otra abarca la experiencia de estar cada día luchando contra las injusticias, yendo a la contra del discurso más llevadero, es decir, la historia de una mujer feminista que como otras de su generación ni fueron bienvenidas ni su experiencia se trató de un camino de rosas, tendríamos que reconocer esto al leer la carta que escribió para ella Phyllis Chesler y que describe las varias tribulaciones personales, las soledades que se vuelven parte inherente del ejercicio feminista cuando se opta por la libertad, quedándose de buena gana en la habitación propia de la vida.

Por ello a Diana no sólo le sobreviven los familiares cercanos, si ya en la publicación de las actas de aquel Tribunal Internacional hay una prohibición de su reproducción y una dispensa que indica: “La única excepción a estas reglas aplica a las feministas dedicadas a nuestra lucha contra la dominación patriarcal en los Estados Unidos y más allá que pueden copiar este material de forma gratuita en su búsqueda de objetivos feministas”. Entonces también nosotras, o como indica su obituario: Decenas de amigos, activistas y las miles de mujeres que deben su supervivencia a su trabajo. A más ver.

Twitter: @Almagzur

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